Desde hace mucho tiempo, el Cerro de la Cruz ha presenciado la historia de Antigua Guatemala... recordemos este lugar que nos llenará de nostalgia.
Desde hace mucho tiempo, el Cerro de la Cruz ha presenciado la historia de Antigua Guatemala. Según el distinguido historiador Carlos Enrique Berdúo, durante la época de la Colonia, este pintoresco mirador era conocido como el Cerro de la Candelaria. Sin embargo, el paso del tiempo trajo consigo un cambio de nombre, luego fue conocido como el Cerro del Manchén. Y en 1930 le pusieron el nombre actual, gracias a la cruz majestuosa que corona su cima, y cuyo simbolismo de evangelización y protección ha perdurado a lo largo de los años. Se cree que esta cruz de madera provino de alguna de las parroquias cercanas, y desde entonces, se ha convertido en un emblema importante para la ciudad.
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Un Lugar de Reunión y Celebración: Jueves de la Ascensión
El Cerro de la Cruz no solo es un mirador icónico, sino también un sitio de encuentro para celebraciones tradicionales. Durante décadas, los habitantes de Antigua Guatemala se han reunido en este lugar para festejar el Jueves de la Ascensión, un evento especial que ha creado lazos inquebrantables entre la comunidad.
La Nueva Cruz Tallada en Piedra
En la década de los sesenta, el Cerro de la Cruz experimentó un cambio significativo. La cruz de madera original fue reemplazada por una nueva cruz, tallada en piedra y posicionada sobre una base de concreto, que simboliza un orbe protector en el que descansa el símbolo sagrado. Con una altura imponente de 10 metros, esta cruz es un faro de esperanza y protección para la ciudad. Este cambio no solo renovó la apariencia del cerro, sino también su significado y relevancia para los habitantes de Antigua Guatemala.
El Encanto del Mirador
Hoy en día, el Cerro de la Cruz se ha consolidado como uno de los mayores atractivos de Antigua Guatemala, cautivando a visitantes y locales por igual. Desde este mirador, se puede apreciar el magnífico trazado de la ciudad en el valle de Panchoy, así como las majestuosas siluetas de los volcanes Agua, Fuego y Acatenango, que abrazan la ciudad desde el norte.